Camila Moreno vive entre caminos de tierra y árboles pasados a eucaliptus. Su casa está al final de la calle, donde se enfilan un montón de cactus y otras plantas silvestres. Nos recibe vestida con calzas en blanco y negro, polera negra estampada y una chaqueta rockera. Está junto a María, su pareja, y desde la cocina nos ofrecen agua. Mientras nos hidratamos, Camila prepara un té para amenizar la charla. Deambulan por el lugar su perrita Laika y dos gatos, una se llama Emma y el otro Atreyu, como el protagonista de la película “La Historia sin fin” (1984, cinta que marcó a las niñas, niños y niñes que crecimos en la década del 80.
Mientras sacamos equipos y nos instalamos, buscamos el lugar idóneo para inmortalizar la entrevista. Su patio es generoso, hay ropa recién lavada colgando de cordeles y en el suelo las hortalizas crecen vigorosas gracias a los cuidados de la dueña de casa, que ha desarrollado una afición por el cultivo y la siembra durante la pandemia.
En el ventanal estilo bow window del living, conviven suculentas, cactus, algunos adornos y botellas de colores. Hay estanterías con libros, una máquina de escribir antigua, un piano, discos y una lámpara de papel que envolverá con su luz el lugar cuando llegue la noche. Mientras se alista, le pregunto por Cristián Cuturrufo, el querido y talentoso trompetista de jazz chileno que perdió la vida en el 2021 a causa de Covid-19 y que vivía por el sector. Camila relata cómo esa noche de marzo la comunidad decidió unirse para pedir por su recuperación.
Tras la muralla, un jardinero poda las ramas, pasan aviones que salen y llegan al aeródromo de Tobalaba y su perrita Laika se acomoda en la alfombra para descansar. Definitivamente nos quedamos en el patio, la luz nos acompañará hasta el atardecer por un recorrido de temas diversos, mientras los muros de ladrillo que levantan su casa y las hojas del parrón serán el telón de fondo para lo que está por venir.